Cita especial


Bajaba los peldaños dubitativa, estremecida por la conversación que mantuvo la noche anterior y que impactó sobre ella cual gorrioncillo recién echado a volar sobre tierra firme. Después de tantos meses y esperar a confiarle la verdad un día antes...¡Qué insolencia!
-¿Y bien? ¿Cuánto más piensas sostener ese estado catatónico?
Levantó la mirada con un gesto de sorpresa. Pensaba que era la única que quedaba en casa. Miró fijamente a su interlocutora, molesta debido a la interrupción inconsciente por parte de la misma.
-¿Qué ocurre?¿tengo monos en la cara?
-No es eso, sólo tengo un poco de dolor de cabeza- musitó descontenta.
Continuó sin prisa paso a paso, rememorando cada una de las palabras que deslizaron lágrimas de papel la noche anterior, deseando que los escalones no acabasen nunca. Que esa mañana reprodujese el día de la marmota para que la noche no la sorprendiera aún falta de equipaje.
Quizá no poseía más tiempo que el que le quedaba... vaya obviedad. Reaccionó.
-Mmm ¿tostadas?
-Vaya, ¡dichosos los oídos!. Un par ya que te ofreces, hoy tengo mucha prisa y agradezco que alguien prepare el desayuno por mí.
Su memoria recorrió entre mantequilla y mermelada ilusiones y desencantos, palabras y sentimientos, ayeres y momentos que fueron mermando su capacidad para seguir acicalando aquella tostada anodina.
-Oye, me estás preocupando, ¿por qué tiemblas ahora? ¿por qué estás tan extraña esta mañana, Luna?
- Lucía, ¿Te has enamorado alguna vez? cortó apresuradamente las vacilaciones acometidas.
-Supongo que como todos... alguna que otra. ¿Pero, un momento, eso qué tiene que ver con tu estado taciturno?
Sonrió con la intención de transmitir armonía, se levantó donosa y subió de nuevo a su habitación, dejando a su hermana con una mueca de perplejidad que acabó disipando el desayuno en sí con el transcurso de la ajetreada mañana que le esperaba.

En aquel ínterin, Luna pensaba en el ser indolente que la acuciaba a marcharse con ella, en la noche anterior, en aquella taberna irlandesa en la que se sucedieron los hechos, en la borrachera que pilló, en la indefectibilidad del dejarse arrastrar por un sentimiento potente que agostaba su cuerpo y exprimía llantos de amargura por todo aquello que iba a dejar atrás, en la impotencia...
-¿Vendrás conmigo?
-¿Tengo otra opción?
-No.
-Entonces, ¿para qué me pides opinión al respecto?¡Resulta hipócrita hacer ver que te importa lo que yo pueda querer cuando no lo vas a tener en cuenta! y resulta cruel desplomar sobre mí algo así después de tanto tiempo juntos.
-Lo siento.
-Yo más. No debí enamorarme de ti. Debí huir de tu presencia nada más conocerte... El caso es que ¡te odio!¿Cómo puedes dedicarte a jugar así conmigo?¿Cómo has podido ocultármelo tanto tiempo? Eres un cínico.
-Perdón. Es todo lo que puedo decirte, pero si te sirve de algo, no te hubiera valido para nada intentar alejarte de mí.
-¡Oh qué bien!¿Se admite un canje por libertad para elegir?. No, déjalo, no contestes, ya sé la respuesta... Y no, no me sirve de nada... la realidad no puede ser deshecha. (Mi bordería desplegaba al ritmo de la espuma de cerveza cada vez que le propinaba un golpe seco sobre la mesa, como si mi elixir olvida penas tuviese la culpa y debiese ser castigada).
-Te quiero.
-Ya, claro... es un amor incondicional... ¡no me fastidies!¡hic!
-Siento que todo haya acabado así, no entraba en mis planes enamorarme de ti. Sólo tenía que preparar este momento de la mejor manera para ti...
-¿Y tampoco que yo lo hiciera?
-¿Perdón?
-Si entraba en tus planes que yo me enamorase perdidamente de un ser repulsivo como tú. (La séptima cerveza me sirvió la osadía para poder vituperar al amor de mi vida con semejante desfachatez y contundencia, aunque bueno, desde mi punto de vista bien que lo merecía.)
-La duda ofende, claro que no.
-¡Odio que me lo hayas estado ocultando tantos meses seguidos, odio tu manera de entrar y salir de mi vida a tu antojo, odio la tranquilidad con la que aplastas mis sueños, y odio tu eterna incorporeidad materializada!.
-Marchémonos juntos.
-¿Qué?
-Que eres muy importante en mi vida, y que sería una bonita locura huir contigo. Aunque algo falla y tú eres consciente de ello.
-No te entiendo, ¿vas a dejar mi libertad virgen?
-Eso es imposible. Pero puedo confinar tu esencia, para que me acompañes siempre allá donde vaya.
-¡Oh, míralo, qué poético se ha vuelto de repente!... ¿Y si no quiero?
-Respetaré lo que decidas.
Un instante de silencio sepulcral fue suficiente para sentirme tremendamente incómoda.
-¿Qué pasará si acepto?
-Seré feliz como nunca lo he sido, y algo me dice que tú también lo serás. Sonrió, como queriendo quitarle hierro al asunto.
-¿Cómo puede resultarte tan fácil tratar semejante tragedia? ¡Joder!¿te ríes de mí, verdad? No me creo que estés hablando con tanta despreocupación, con tanta frivolidad... ¡Anda ya!!Hic! ¡Hic!
Le vi tornarse sombrío y tangible, para él era fácil, llevaba soportándose una eternidad, pero sabía que para mí supondría un cambio drástico tintado por un adiós a mis costumbres y acres despedidas para mis seres queridos... y ni siquiera porque yo hubiese decidido marcharme con él por mucho que en el fondo quisiese, sino porque se me imponía... Era injusto. Él lo sabía, y porque me quería, buscaba alternativas osadas e inimaginables. Pero no era justo, no lo quería de esa forma.
Mi propio recelo coartaba el discurso natural de los días. Lástima, era una batalla perdida. Mejor aceptarlo ¿no? parecía la opción inteligente. Pero estaba demasiado aferrada a mis miedos triviales. Permanecía aterrada ante los ojos de mi sino, como una niña pequeña perdida en una amalgama de gentío y horrores desconocidos donde, para colmo, acaba siendo duramente sentenciada.
Acabé lo que quedaba de mi cerveza, ya caliente, de un trago y entre estupefacta y mareada por lo que habíamos estado hablando y el alcohol ingerido me dispuse a salir en estampida con el fin de llegar a casa, llorar, acostarme, despertar y contemplar con ánimo que todo había sido un amargo sueño, llámese pesadilla.
-¿Lo pensarás?
-¡Chsss! parece que te encanta arrancarme de mis momentos de feliz ensoñación. (Por supuesto, el pensar que no estaba viviendo la cruda realidad).
Di media vuelta y marché displicente. Esa noche pude dormir a pierna suelta.

-Toc, toc, ¿se puede?
-Como si no fueses a entrar, aun negándotelo.
-Vaya, veo que sigues desapacible.
-¿Y te extraña? El tiempo pasa demasiado rápido.
-Por favor, no empieces, anoche ya hablamos de eso.
-Está bien, en cierta manera se puede decir que es hasta comprensible, sin ti la vida se haría eterna... y me ha tocado servir de sacrificio a tus fauces hambrientas -Comenté irónica-. Por supuesto, huelga decir que se nota quien es carnaza y cazador,¿no?.
En esos momentos anhelé la vida como si fuese el mayor placer convenido con mis miedos. Lo miré llorosa.
-Si tú quieres...
-Sshhh calla, no digas más. Abrázame.
Me apretó fuerte entre sus delgados brazos. Eran consistentes pese a todo. Por fin había llegado mi gran noche, la que se suponía más dulce y temida desde que me desveló sus más oscuras intenciones, y de las que yo no estaba exenta. No sé si seríamos capaces de pactar una tregua de llevadero recorrido.
Hicimos el amor una y otra vez, no me cansaba de sentir la calidez de su cuerpo. Ojalá el día tuviese más de veinticuatro horas. Le amaba tanto...
Mientras acariciaba mi pelo lacio sentí exhalar su deseo por vetarme la cautividad impuesta; sabía que me hacía feliz permanecer arraigada a la cotidianeidad, a las mil y una costumbres que, en vano, habían escuchado quejas de monotonía. Pero mis días estaban condenados y nadie, ni siquiera él, podía capear mi destino. 

Bajé a la cocina, quería ver por última vez el pobre rostro ignorante, ajeno a mis circunstancias, de Lucía.
-¡Hombre!¡buenas noches!¡dichosos los ojos! regaló como de costumbre.
-Buenas noches... (Menos dichosos serán mañana, pensé)
Me acerqué y le di un beso en la mejilla, para su asombro.
-Si mañana no estoy levantada a primera hora (cosa que iba a ser segura) no me despiertes ¿vale? esta noche me acostaré tarde y quizá me cueste despegarme de las sábanas...
-Vaaale como gustes- protestó al ver interrumpida la concentración con la que obsequiaba a la serie que estaba viendo en esos momentos.
En el fondo sólo quise prolongar unas horas más la tranquilidad y alegría que solía reinar en casa, por lo menos la de la hora del desayuno. Siempre me habían dado la lata diciéndome que era la comida más importante del día, no quería interrumpírsela.
Regresé al cuarto y lo encontré de pie, examinándome fijamente con un aire siniestro que entrecortaba mi respiración. Me imponía mucho. Muchísimo. Sus facciones seductoras y su extrema seriedad le agraciaban con un cáriz misterioso y atractivo que me hacían sentir fascinada. Y no era para menos...
-¿Lo has pensado ya? Es la hora- profirió sin vacilar.
-¿Por qué no? Llévame contigo. En el fondo ambos sabemos que no tengo nada más que perder. ¡Ja! resulta irónico, ¿no te parece?
-Pensaba que me lo pondrías más difícil. Me impresionas (en esos momentos me arrancó un beso).
-Prométeme fidelidad, sólo conoceré tu espacio... y no quiero compartirlo con nadie más que contigo. Tengo miedo.
-Sabes de sobra que así será. Sonrió seguro de sí mismo.
Dudé, pero sólo un instante.
-Huyamos.
Y sin más, le di la mano a alguien con quien meses atrás concreté una cita, sin saber quién era, ni que se acabaría convirtiendo -por paradójico que resultase- en el amor de mi vida, desconociendo hasta un día ha, que la muerte también tenía sentimientos de condescendencia y de amor, y lo más fascinante, que podían ser correspondidos por otro alguien como yo.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares