Un romance escabroso III
En esos momentos Carlos cerró la puerta con llave,
interrumpiendo los lujuriosos pensamientos que empezaban a circular por la
cabeza de Ángela.
Se acercó a la mesa y con diligencia sirvió una copa de vino a su amada. Se sirvió otra a sí mismo.
Ángela empezó a sentir angustia, ella creía que lo había pillado in fraganti durante la preparación de la cena y que ya se marchaba. No entendía qué ocurría, por qué no aparecía Miguel, ni por qué ese hombre empezó a recorrer sus muslos suavemente como si de su pareja se tratase. Se levantó bruscamente y corrió hacia la puerta chillando el nombre de Miguel, incrédula, como si de una broma macabra se tratase.
-"Shhh, no fuerces tus cuerdas vocales, es noviembre, nadie puede escucharte en esta casa de playa. Todo está desierto. Lo sabes, ¿no?”.
Palideció al comprobar que no había rastro de las llaves con las que Carlos había cerrado la puerta principal. Entonces, tras un vapuleo leve, la agarró por los brazos, inmovilizándola y le confesó que Miguel no vendría a por ella, que no la quería ni la mitad de lo que él, incondicionalmente, la había amado, que ni siquiera se molestó en ir tras ella cuando le asaltaron las dudas.
Ella se exaltó mucho y después de protagonizar una pelea entre arañazos y forcejeos, por su propia supervivencia, Carlos acabó presionando su yugular hasta conseguir ahogarla. "¿Ves?, si hubieras querido hubiera sido más fácil, no entiendo por qué no podías amarme. Eres mala, nunca supiste valorar mi posición en esto… pero siempre serás mía. Por fin".
Recogió su yerto cuerpo y lo introdujo en su furgoneta, así como un par de bolsas con cierre hermético que pretendía arrojar al mar una vez hubiese cruzado la frontera.
Dos días después, en las noticias, se supo del caso de un hombre al que habían encontrado en un armario habiéndole sido arrebatada la vida a base de reiteradas puñaladas en corazón y abdomen. También le habían cercenado post mortem cabeza, manos y pies. De la chica nunca se supo nada.
La investigación quedaba abierta por no encontrar ningún indicio de lo sucedido. De él sólo se sabía que era un tal Carlos Suárez, o por lo menos, eso figuraba en el pasaporte que portaba en su chaqueta...
Se acercó a la mesa y con diligencia sirvió una copa de vino a su amada. Se sirvió otra a sí mismo.
Ángela empezó a sentir angustia, ella creía que lo había pillado in fraganti durante la preparación de la cena y que ya se marchaba. No entendía qué ocurría, por qué no aparecía Miguel, ni por qué ese hombre empezó a recorrer sus muslos suavemente como si de su pareja se tratase. Se levantó bruscamente y corrió hacia la puerta chillando el nombre de Miguel, incrédula, como si de una broma macabra se tratase.
-"Shhh, no fuerces tus cuerdas vocales, es noviembre, nadie puede escucharte en esta casa de playa. Todo está desierto. Lo sabes, ¿no?”.
Palideció al comprobar que no había rastro de las llaves con las que Carlos había cerrado la puerta principal. Entonces, tras un vapuleo leve, la agarró por los brazos, inmovilizándola y le confesó que Miguel no vendría a por ella, que no la quería ni la mitad de lo que él, incondicionalmente, la había amado, que ni siquiera se molestó en ir tras ella cuando le asaltaron las dudas.
Ella se exaltó mucho y después de protagonizar una pelea entre arañazos y forcejeos, por su propia supervivencia, Carlos acabó presionando su yugular hasta conseguir ahogarla. "¿Ves?, si hubieras querido hubiera sido más fácil, no entiendo por qué no podías amarme. Eres mala, nunca supiste valorar mi posición en esto… pero siempre serás mía. Por fin".
Recogió su yerto cuerpo y lo introdujo en su furgoneta, así como un par de bolsas con cierre hermético que pretendía arrojar al mar una vez hubiese cruzado la frontera.
Dos días después, en las noticias, se supo del caso de un hombre al que habían encontrado en un armario habiéndole sido arrebatada la vida a base de reiteradas puñaladas en corazón y abdomen. También le habían cercenado post mortem cabeza, manos y pies. De la chica nunca se supo nada.
La investigación quedaba abierta por no encontrar ningún indicio de lo sucedido. De él sólo se sabía que era un tal Carlos Suárez, o por lo menos, eso figuraba en el pasaporte que portaba en su chaqueta...
Genial guapa, muy interesante hasta el final... lo veo como una metáfora de cuando una relación acaba, se contamina... y empiezas a ver al otro como a un extraño al que ya no conoces y tal vez no conocías... creo que Miguel es el alter ego de Carlos, que de una manera simbólica acaba con el fantasma de Ángela que lo perseguía para iniciar una vida nueva...
ResponderEliminarMe alegra haberlo compartido y que te haya interesado :D
ResponderEliminarMe gusta la visión que has extraído del relato, muy simbólica y encaja tanto con los personajes como con las situaciones tratadas ;)
Cada persona, como mundo que es, despliega una visión propia, personal. Aquello que interpretamos no hace sino definirnos mejor. Eso es lo bueno de analizar lo que uno lee... Gracias por tu perspectiva y tu feedback :)
Gracias a tí por compratirlo, me encanta ésto que tiene internet de poder leer tesoritos ajenos y descubrirlos en cualquier rincón... ah, y lo otro es para poder seguirte mejor, tanto yo como cualquier otro cazador de tesoros ;) jeje. Un besote
ResponderEliminarSí,a mí me gusta mucho poder intercambiar pensamientos y enriquecerme con opiniones y visiones diversas, a fin de cuentas ello también contribuye en favor de encontrar nuestro camino o afianzarlo.
ResponderEliminarA veces pienso que una persona, por misántropa que sea o se piense, como no deja de ser lo que es y tiende a la socialización, necesita de esa interacción natural para modelarse y perfeccionarse. Resulta irónico y más de una vez me he visto en esa tesitura, un "lugar caótico" donde me gusta hacer un alto en el camino para pensar...hehehe. Besitos, me vuelvo a mi espiral!!!
P.D: En lapso temporal breve, espero, reanudaré mis andanzas y haré una paradita en tu maravilloso asilo de mentes necesitadas de una dosis extra de medicación ;)