Lágrimas prestadas

La lluvia se apoderaba del interés de Gélsev, quien se adentraba en el múltiple llanto, confiriéndole el papel de protagonista estrella.
No entendía por qué el cielo exprimía su jugo con tanta vehemencia y quería ser capaz de descubrir el mecanismo con el que las nubes manifestaban la tristeza en la que se sumían. Quizá, ellas también se sentían solas viajando a través del cielo, sin lograr solidificar vínculos estables y duraderos con sus otras compañeras de fatigas.
Era la primera vez que Gélsev veía llover. No sabía que a eso, los humanos lo llamaban "lluvia"; pero le era irrelevante el nombre con que designasen tal acto, ella, simplemente, pensaba que era la rémora en estado líquido que las nubes albergaban durante largas millas y que a posteriori escurrían, para poder sentirse más liberadas. Sospechaba que durante sus recorridos, al no poder amar en ninguna de sus formas, necesitaban desahogarse. Sospechaba, que se sentían presas de un destino impuesto al ser forzadas a desplazarse como las manecillas de un reloj que ha trabajado muchos años sin un respiro. Como ella. Un cyborg enmudecido y defectuoso condenado a servir a una humanidad elitista hasta el fin de sus circuitos. Sin amor, sin percibir afecto alguno... o lo que era peor: sin que nadie fuese consciente de que ella también había aprendido a sentir, pero que no podía llorar, ni alertar, y a sabiendas de que aunque así lo hiciese, sería obviada.
Encontraba en las nubes el placer de desahogar su desdicha, de sentirse comprendida, de intercalar una lágrima prestada susceptible de emoción sobre sus mejillas.


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