Ella
Resultaba desconcertante
no encontrarla por los propincuos parques que decoraba con su atrayente
vitalidad, ni por aquel bosque de ensueño plateado que albergaba una pequeña cabaña deshabitada, donde tanto tiempo solía dedicar a la
contemplación.
Tampoco
la hallé en el viejo lago, ni en el estanque en el que siempre se
escuchaba el graznar de los patos. Y que ahora permanecía en lastimero
silencio.
¿Quién
acogería mis infaustas noches si su esencia me abandonaba?
Por
más que sondease las endebles huellas jalonadas en mi memoria, eran
harto confusas como para considerar la realidad en la que
desembocaban; Sin embargo, se mostraban renuentes ante la idea
de precipitar mis recuerdos contra un pronosticado letargo. En el
fondo, me instigaban a rastrear los rincones que expelían reminiscencias
de su presencia con la esperanza de encontrarla, porque al fin y al cabo,
el amor que sentía por ella me llenaba de valor para soportar la pegajosa y
mediata soledad que guiaría mis días disipando mi juventud; pese a que resultase
deletéreo para mi alma seguir porfiado en una ilusión de encuentros
imposibles manchados por una muerte prematura.
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