Aprendizaje

Unas veces nos vamos y otras, sin más, percibimos que hemos regresado.
Vivimos el placer y el dolor intensamente. Incluso rozando la amargura.
Despertamos entre sueños rotos que han manchado la alegría que sosteníamos, y que, ¡cómo no! era efímera.
Actuamos y un buen día no nos reconocemos como autores de nuestra perpetua situación.
Y entonces aprendemos...
Aprendemos. Y erguimos con orgullo la cabeza, sabiendo que el pasado no mueve molinos y allá queda, formando parte de un pesado recuerdo que se transcribe como memoria para no repetir los pasos que nos llevaron a esas arenas movedizas que emocionalmente nos han estancado.
Aprendemos. Y satisfactoriamente nos liberamos de la carga emocional que nos hemos autoimpuesto. Ya no necesitamos vivir en rotunda abnegación. Tampoco autorechazarnos.
Aprendemos. Y la conciencia se torna una con nosotros, pues dejamos de esquivar sus razones, ésas que sentimos certeras y negábamos para no sufrir; erróneamente.
Aprendemos constantemente, con nuestras experiencias y equivocaciones. Junto a los demás, ya sean importantes para nosotros o eternos archinémesis.
Y maduramos. Maduramos cuando aceptamos esa parte negativa de la vida tal y como solemos abrirle los brazos a la positiva, sin lamentaciones ni huidas que exoneren nuestro comportamiento victimista.
Con la alegría de saber que, pese a haberlo hecho francamente mal, hemos conseguido enfrentarnos y perdonarnos. Hemos evolucionado.
Porque estamos hechos de presente, conciencia, memoria, experiencias... y por ello, cincel en mano, podemos permitirnos el lujo de darle forma a nuestro futuro.

Comentarios

Entradas populares