El infante interior

No hay que perder…
La carcajada intensa que, por un instante te deja sin respiración, contrayendo tu abdomen y con dolor en las mejillas, pero te hacen sentir profundamente satisfecha.

Los buenos recuerdos que facultan la continuación de un camino positivo, mirando al frente, levantándonos en horas bajas.

Los pensamientos tontos, banales, que en ocasiones simplemente te llevan a una regresión necesaria... porque no todo es seriedad ni profundidad en esta vida, gracias a lo fútil podemos apreciar la magnitud de lo esencial.

La conciencia de ser lo que somos, quienes somos. Nuestro balance. Porque sin ella no hay mucho que determinar o experimentar.

La inocencia. Ese término que en la adultez se vuelve puro e indigno, abandonando en la lontananza el sentimiento que nos vinculaba a ella.

Nuestro norte particular. Personal e intransferible. O sur, oeste o este..."à-vontade"

... Al niño que llevamos dentro, al cual muchas veces ordenamos callar o dormir sin escuchar lo que realmente necesita decirnos para desarrollarnos en condiciones, dando por hecho que hemos crecido lo suficiente como para bajar peldaños que nos hagan perder el tiempo.

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